Algo se ha alterado en nuestro orden..

Vivimos un estado de mudanza, de profundo cambio de las estructuras que nos regían. El orden que habitamos se ha transformado, las sociedades son cuerpos vivos en continuo cambio, cada umbral de época no es otra cosa que una forma diferente de entender la realidad. Esta nueva normalidad que presenciamos ha alterado de arriba abajo las premisas heredadas, y no cabe duda que en todos los terrenos, por supuesto incluyendo el de la economía y las finanzas, aparecen nuevos preceptos que posibilitan nuevos puntos de vista a lo que entendíamos como estabilidad en nuestros trabajos o proyectos. 

Las nuevas maneras de asumir y emprender pueden ser algo desconocido para la mayoría de nosotros, pero lo cierto es que es una respuesta muy propia de los tiempos de crisis anteriores. No en vano, en japonés la palabra “crisis” y “oportunidad” tienen significados muy parecidos.

¿Qué está cambiando?

Lo que resulta radicalmente novedoso del ahora es la forma abrupta, salvaje, con la cual se produce este giro. La pandemia del COVID-19 fundamentalmente alteró los tiempos de transición, aceleró al máximo las vicisitudes del cambio, al punto de que la crisis que acarrea puede leerse como un shock evidente, un golpe que altera tajantemente el modo de vivir que, de forma desapercibida, solíamos llevar.

¿Y cuál será el resultado?

Una de las más profundas crisis sociales que podamos recordar. Y, por supuesto, lo que inmediatamente deja en evidencia toda crisis son los ámbitos de vulnerabilidad, en este caso, una inmensa vulnerabilidad humana que cubre a millones de personas alrededor del mundo. Este escenario es inédito porque no se trata únicamente de la posibilidad, más que cierta, de morir por la incidencia de un virus, sino que la situación se expande exponencialmente y crea una difícil circunstancia que hace explotar la crisis en muchos terrenos, los cuales ya no son propiamente los de la salud pública.

¿Cómo podemos para capear una crisis de estas características? 

Nadie puede salir indemne de lo que vivimos, todos hemos sido afectados de una forma u otra, por eso creer que podremos salir ilesos es una fantasía, una quimera. Lo que atañe propiamente a esta condición es cavilar sobre nuestra capacidad de resiliencia ante los hechos, ser cada momento más conscientes y claros sobre cómo debemos actuar. La resiliencia es la propensión que tiene un organismo a retener su estado original, en este caso hablamos de cómo las sociedades pueden conservar, claro con cambios evidentes, su estructura organizacional. La resiliencia es la resistencia a los eventos extremos para poder tener una capacidad de recuperación.

Dentro de este panorama global, uno de los entornos más gravemente afectados son los desafíos financieros que viven los ciudadanos y, aunque algunos factores económicos estén fuera del control que podamos tener, también es cierto que el conocimiento financiero se puede convertir en elemento resiliente permitiendo aminorar nuestra vulnerabilidad financiera. La adecuada administración de las finanzas personales va más allá de un simple paliativo, es el mejor recurso a la mano ante la áspera contingencia que padecemos.

Ser resilientes: la clave está en la información 

Poseer información financiera detallada de los ajustes que emprendan las administraciones nacionales o regionales o las entidades bancarias o financieras, es vital para emprender posibilidades de auxilio económico. Manejar adecuadamente la tecnología online es imprescindible para gestionar recursos, comparar términos y lograr tasas de interés bajas. En España https://finguru.es brinda estas posibilidades tecnológicas. En fin, para ser resilientes financieramente debemos preservar elementos esenciales como nuestro puntaje crediticio y, por supuesto, estar alerta ante las estratagemas fraudulentas que no escasean.

En definitiva, ser resilientes en tiempos de pandemia nos recuerda la necesidad de flexibilizar nuestros esquemas, ser más adaptables a los cambios y más atentos a los ciclos mudables propios del vivir.